Hay muchas definiciones de la felicidad, muchas personas que le dan significado y dicen que es más que un sentimiento. Yo pensaba que era una decisión, pensaba que era fácil ser feliz si te lo proponías, si lo lograbas por tus propias fuerzas, si tenías una mentalidad específica. Sin embargo, parece ser que estaba equivocada.
Ser feliz muchas veces puede parecer depender de algo: dinero, posición en un trabajo, pareja, poder,… Siempre nos falta algo para lograr estar bien, para poder por fin estar alegres con lo que tenemos. No obstante, parece que nunca llega eso que nos falta, parece que nada es suficiente. Porque, aunque tuviéramos todos los lujos del mundo, todo el amor de una persona, todo el poder posible, sin Dios no es nada.
La vida no tiene sentido si no ves a Dios en ella porque sería como tratar de llenar un vaso con piedras; sin importar cuántas pongas o de que tamaño sean, no se llenará porque no es el material correcto. Nuestro corazón no se puede contentar con pequeños placeres de este mundo, no se llenará con ilusiones momentáneas porque está hecho para más, busca algo más. Sólo encontrando a Dios podremos tener esa paz que tanto anhelamos, esa alegría que a veces puede parecer imposible. Porque sólo Dios logra hacerte sonreír en medio de las peores tormentas, sólo a su lado puedes levantarte de la caída más fuerte. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Así que, ¿cómo podríamos subir a la cima más grande sin Él?

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Cualquier dificultad, cualquier tropiezo que puede haber es más difícil cuando lo queremos hacer por nuestra cuenta porque no dejamos a Jesús ayudarnos. Nos desvivimos viendo nuestras cicatrices cuando al lado está el que puede curar cada una de ellas. Cristo nos extiende su mano todos sus días; nos ama, nos perdona, nos llama, nos busca. Y lo único que pide a cambio es nuestra confianza, lo único que quiere es que nos dejemos cargar por Él en los momentos difíciles, que nos dejemos abrazar por Él cuando todo parezca perdido. Jesús nos pide nuestra confianza, nos pide que lo sigamos, aunque no sepamos bien a dónde ni cómo porque al final Él tendrá las respuestas.
A veces, seguir a Jesús da miedo porque, ¿qué pasa si nos equivocamos? ¿Qué pasa si no logramos algo que nos pide? ¿Qué pasa si decidimos dar la vuelta a medio camino? La confianza que Dios nos pide muchas veces puede parecer imposible, al igual que algunas de las misiones que nos da. No obstante, lo que muchas veces olvidamos es que Jesús nunca nos abandonará, nunca nos dejará solos. Su amor hacia nosotros no depende de nuestros logros o trofeos, su mano no se apartará a menos que tú la quieras soltar. Porque si algo quiere Jesús es que seas feliz. Él no busca el camino más difícil o riguroso, te conoce más que nadie y sabe lo que buscas, lo que anhelas. A veces Dios nos pide soltar cosas a las que les damos demasiado valor y nos cuesta dejar ir; pero, sólo así podemos ver que en realidad no las necesitábamos. Podemos tener un camino específico en nuestra mente, una meta que hará que todo tenga sentido; sin embargo, a veces eso que pensamos que nos va a llenar, nos acaba destruyendo. A veces la luz que creemos tener es en realidad un fuego que nos consume y no nos deja ver más allá.

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Jesús es la cura, el consuelo; Jesús es la alegría que podemos encontrar sin importar qué camino tomemos. A veces, podemos estar tan cómodos en nuestras vidas que cuesta imaginar un cambio, una situación mejor. Ya tenemos el resultado que queríamos, la ecuación ya está completa. Pero…si metes a Dios en ella, si lo dejas tomar tu mano, si te dejas guiar por Él, te darás cuenta de que nada nunca pudo haberse siquiera comparado a la felicidad que Él trae. Porque Cristo no te abandonará, no te decepcionará, no te engañará. Te hará ver la luz en los momentos más oscuros, sonreír en un mar lleno de lágrimas. Aunque haya dificultades en el camino, aunque la subida no sea la más fácil, habrá valido la pena.
La felicidad está en más que una experiencia o persona. Porque ser feliz no es sonreír todo el tiempo, ni estar a gusto con lo que tienes; no es una emoción momentánea o dada por una cosa. Ser feliz es vivir cada día sabiendo que eres amado, especial y querido. Ser feliz es disfrutar cada momento a pesar de las dificultades, poder ver el sol en medio de la tormenta. Ser feliz es dar sin recibir, reír sin causa específica, agradecer cada detalle minúsculo. Ser feliz es vivir con Cristo y dejar que Él viva en ti, es poder enfrentar cualquier adversidad porque a tu lado tienes al que puede sobrellevar cada una de ellas.
No dejes ir esta felicidad tan inmensa. No dejes que una ilusión se vuelva tu realidad, deja que Dios te inunde del agua que de verdad te puede llenar.
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