A veces, puede parecer que nuestra vida “normal” y nuestra vida con Dios son cosas completamente distintas. A veces puede parecer que este Dios del que nos han contado sólo existió en la Biblia y se quedó en el cielo, ausente de nuestros problemas. ¿Cómo puede Dios estar aquí cuando él es amor, es esperanza, es paz, pero nuestro mundo parece estar rodeado de lo contrario? ¿Cómo podemos pensar que Dios nos acompaña cuando nuestro corazón está en constante lucha con él, cuando su Reino es de luz, mas nuestra alma se encuentra en las tinieblas? ¿Dónde está Dios en las dificultades? ¿Dónde está cuando más nos hace falta?
Es fácil creer en un Dios súper poderoso, en alguien que lo controla todo, que no puede ser derrotado por nadie. Es fácil llevar una vida sin Dios cuando creemos que para él nuestras necesidades son sólo una pequeña manchita en la humanidad, cuando lo vemos tan grande que creemos no importarle. Es fácil alejarnos de Dios cuando pensamos en él como un ser distante, como alguien que está en otro mundo mejor, mas no interfiere en el nuestro. Sin embargo, ese no es el Dios que vino al mundo.
Jesús no nació en un palacio, ni en algún lugar impotente y hecho para los grandes. Jesús no nació junto con las flores de primavera, ni rodeado de príncipes y reyes. Jesús nació en un pesebre; ni siquiera vino donde duermen los animales, sino que se rebajó hasta lo más pequeño, hasta lo más humilde. Dios, pudiendo tener todo, pudiendo olvidar nuestros problemas, pudiendo dejarnos solos y perdidos, decidió ponerse no sólo entre nosotros, sino para nosotros.
A veces es difícil pensar que alguien tan grande sea manifestado en algo tan pequeño. A veces nos cuesta comprender que para Dios, que creó todo, que está en lo más alto, nuestro pequeño corazón importa más que cualquier cosa. Por supuesto que Dios es grande, por supuesto que él lo puede todo y es auténtico rey de todo. Sin embargo, que Dios sea Dios, no quiere decir que no haya sido hombre también. Que Dios sea libre de pecado, no quiere decir que no comprenda lo que se sienta cargar con uno, pues él, con la cruz, cargó los de toda la humanidad. Que Dios conozca los corazones de todas las personas que vinieron y vendrán, no quiere decir que él no se preocupe por el tuyo, que tus dificultades puedan parecer minúsculas en comparación con otros problemas no quiere decir que Dios no entienda tu sufrimiento.
El versículo más corto de la Biblia sólo tiene dos palabras: Jesús lloró. Aun sabiendo que Lázaro iba a resucitar, aun con todas las muertes que Jesús sabe que vendrán, él no es indiferente al sufrimiento de otros. Dios llora por ti, llora por mí, llora por ese amigo que te trato mal, por esa mala calificación que no esperabas, por ese ser querido que perdiste. Dios, en su gloria, llora.
Cuando te sientas solo, cuando creas que Dios te ha abandonado, cuando sientas que nadie te acompaña en tu sufrimiento, recuerda a ese Dios que llora. Recuerda a ese Jesús que dio todo por estar más cerca de ti, recuerda a ese Cristo que daría su vida por darte una oportunidad de elegirlo a él al final. Dios no ama tus logros ni te ve por tu pecado, Dios te llama por tu nombre, ama tu persona y todo lo que eres. Él te ve a ti, te escoge a ti; está ahí en las dificultades, está ahí en los problemas y siente lo que tu corazón siente. Él se adentró en las tinieblas, se envolvió de sufrimiento, para acompañarte, para salvarte.
El mundo puede crucificarte una y otra vez, el pecado puede hacer que caigas y sufras. Sin embargo, ahí, donde creas que ya no hay esperanza, donde sientas que todo está perdido, ahí está Dios, con tu yugo en la espalda. No te sientas olvidado, no te sientas rechazado, pues él está contigo, en las buenas y en las malas. Puedes caer, puedes alejarte, puedes ofenderlo, pero Dios siempre estará ahí esperándote. Jesús no es indiferente a tu sufrimiento, no te ve como una persona más. No es un Dios que se encuentra en la grandeza, sino que se manifiesta en lo pequeño, en lo que a veces damos por hecho. Se alegra con tus sueños, se entristece con tus heridas.
No dejes que este Dios que tanto te ama se quede en un libro o en una Misa, deja que entre en tu vida, deja que su amistad te transforme y te haga ver lo humano que quiso ser sólo para poder comprender tu corazón, sólo para poder estar más cerca de ti.
Comparte este artículo:
0 comentarios