¿Te has preguntado alguna vez si la ciencia puede oponerse a la fe? Si miramos el mundo de hoy vemos que presenta un gran dilema: por un lado el ser humano demanda un conocimiento claro y cierto pero sin embargo obtiene confusión. El hombre moderno busca precisión y avanza peligrosamente en la técnica sin tener una visión completa de la realidad. Es por esto que muchas veces los mayores avances de la humanidad se convierten en los peligros más grandes para las generaciones futuras. Pensemos en el caso de la genética o la energía nuclear entre otros. Lo cierto es que la ciencia sólo nos permite conocer parcialmente la realidad y hay muchas cosas que no pueden ser abordadas solamente desde ella.
Podemos decir que el hombre moderno está fascinado por sus capacidades y por el potencial de conocimientos del que dispone. El mundo científico se siente poderoso con la investigación, pero está impregnado de ideologías que condicionan sus resultados y en ocasiones lo lleva hacia el error. En este contexto es necesario darnos cuenta de que hay diversas formas de alcanzar conocimiento cierto según la naturaleza del objeto al que nos dirijamos.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
No es verdad que la única fuente de conocimiento sea la ciencia. Ésta, en su concepto moderno, sólo nos puede hablar sobre las cosas materiales y con un método experimental, llevado a cabo en un laboratorio. Sin embargo, hay otras fuentes de conocimiento cierto que no admiten este método. La historia, por ejemplo, sólo la podemos conocer por medio de la fe humana, es decir, mediante el testimonio de testigos fiables.
Otra fuente de conocimiento cierto puede ser el razonamiento intelectual, como es el caso de la filosofía o las matemáticas y, por último, no podemos negar la existencia de una realidad no material cuya actividad se puede ver reflejada en la experiencia sensible, como en el caso de la creación literaria o artística o la misma existencia de Dios como origen de todas las cosas. Para descubrir esta realidad no material necesitamos un método de conocimiento distinto, adaptado a dicha realidad. Estamos hablando de la revelación Divina, a la cual podemos acceder a través de la fe. Por tanto podemos decir que la fe es la fuente de conocimiento que completa nuestra percepción de la realidad porque, entre otras cosas, nos habla de las causas primeras y de los fines de todas las cosas creadas.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Es totalmente equívoco pensar que la fe no es razonable. Como sabemos, la razón en sí misma no es otra cosa que un procedimiento lógico que nos permite tomar los datos que recibimos a través de nuestros sentidos internos y externos, para hacerlos asequibles a nuestro intelecto. Sin razón no puede haber ningún tipo de conocimiento. Esto nos lleva a afirmar que la fe nos permite captar los datos proporcionados por la Revelación de Dios y la razón nos lo hace comprensible. Nos decía San Juan Pablo II en la encíclica Fides et Ratio “La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”.
Respondiendo la pregunta inicial podemos decir que la ciencia y la fe no pueden oponerse porque proporcionan conocimientos distintos y complementarios al mismo tiempo.
Imaginemos que queremos resolver una cuestión sociológica como la violencia en una ciudad. En este caso necesitaremos un estudio complejo y multidisciplinar. Podrían valorarse parámetros como el nivel económico, el uso de drogas, tipo de población, nivel cultural, valores sociales y toda característica que pueda influir directa o indirectamente sobre el fenómeno de la violencia, pero si no agregamos la dimensión espiritual del pecado, no podremos tomar medidas realmente efectivas y nos contentaremos, como ocurre en las sociedades modernas, con luchar contra la violencia sin acabar con ella. Por tanto, si queremos conocer las cosas desde todas sus dimensiones, para alcanzar la verdad, no podemos oponer ciencia y fe, ya que si lo hiciéramos nos quedaríamos con un conocimiento mutilado sin una parte importante de la realidad.
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