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Si te encontraras hoy mismo a Dios, ¿cómo te encontraría? Si pudieras mirarlo a los ojos, tocarlo, pedirle lo que quisieras, ¿qué sería? ¿Te sorprenderías de verlo?, ¿dudarías de que de verdad estuviese allí?
Seguir a su hijo Jesús no está de moda. A veces, puede parecer que ser cristiano es sólo una fantasía que viven algunos, un amigo imaginario que deja de existir cuando crecemos y nos preguntamos si realmente es verdadero. A veces, puede parecer que creer en Dios consiste en sólo algunos padres-nuestros que rezamos “por si acaso”, con la vaga esperanza de que haya algo más después de la muerte. Pero, ¿eso es realmente todo? Si de verdad creemos en un Dios vivo, ¿por qué parece entonces que está muerto en nuestro día a día?
La fe es algo que muchos decimos que tenemos, pero pocos realmente la vivimos. Porque creer en Dios es confiar en Él. Y confiar en Él es poner nuestras vidas en sus manos, es saber que está vivo y que podemos convivir con Él ahora mismo. Sin embargo, ¿cómo puedo ser amigo de alguien que se siente tan lejos? ¿Él verdaderamente está ahí?, ¿cómo puede comprender lo que siento?, ¿por qué debería creer en Él? Si no has tenido estas dudas, no has creído realmente en Dios. Si no te has parado a pensar por un segundo por qué crees en Cristo, tu fe no tiene sentido. Porque, la verdad, seguir a Jesús puede sonar como una locura. Piénsalo. Seguir verdaderamente a Cristo, creer totalmente en el Evangelio, es aceptar que en esta vida estamos sólo de paso. Es ver que hay alguien detrás de todo lo creado, saber que lo material es sólo temporal.

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Nadie puede creer en algo en lo que no quiere. Por más “pruebas” que te den, por más milagros que te enseñen, la fe es algo que depende sólo de ti. Dios no quiere robots que los sigan por obligación, quiere que tú lo sigas porque de verdad quieres estar a su lado. Y sólo teniendo un rato de oración con Él, sólo hablando con Él cara a cara, sabrás que él está aquí todos los días, en cada lugar al que vayas. Y no me refiero a que esté allí “simbólicamente”, me refiero a que lo puedes oír y sentir, lo puedes ver y seguir. ¿Por qué?
«Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí». Entonces los justos le responderán, diciendo: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos como forastero y te recibimos o desnudo y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a ti?» Respondiendo, el Rey les dirá: «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mateo 25:35-40).
El mismísimo Jesús lo dice. ¡Él está aquí! En ti, en mí. Y nos pide que creamos, que de verdad tengamos fe en que Él lo puede todo y tiene un plan mayor a cualquiera que podamos imaginar. Nos pide que confiemos, que dejemos de cuestionarlo y veamos las situaciones que Él pone en nuestro camino desde su perspectiva.

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Sólo Dios puede llenar el vacío que existe en nuestro interior, pero sólo depende de nosotros dejarlo entrar, creer en Él. Nuestra fe no puede ser algo parcial, algo que sucede unos días sí y unos días no. Jesús siempre estará ahí, esperando con los brazos abiertos. Sin embargo, sólo cuando decidamos tomar su mano, podremos seguirlo. Sólo cuando estemos dispuestos a darlo todo, podremos ganarlo todo.
Seguir a Jesús es una locura porque es amar sobre todas las cosas, perdonar a aquel que nos hizo daño, dar hasta que duela. Creer en Dios es buscarlo en cada detalle del día, es hablar con Él, es saber que todo nuestro esfuerzo valdrá la pena. Es más que una esperanza, más que una certeza. Creer en Dios te cambia la vida. Te cambia la vida el conocer a un amigo que está ahí a pesar de todo y murió por nosotros. Te cambia la vida el saber que no estás sólo, que nunca lo has estado. Te cambia la vida el no necesitar nada y poder darlo todo.
No hacen falta grandezas para saber que Dios existe, sólo hace falta un corazón dispuesto a escuchar. Cristo está aquí, pero eso sólo lo puedes creer tú. Así que mira a la cruz, mira a ese amigo que dio su vida por ti y pregúntate: ¿de verdad creo en Él?
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Sabemos que la fe es una decisión, una opción y para que crezca cada día más las preguntas y las crisis nos ayudan por medio de la oración, a que esa fe ser fortalezca, crezca, y cada día con nuestro actuar coherente, reflejamos al Dios Vivo en el que creemos. Gracias por tu escrito!.