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 Autor: Fernando Arriero Perantón​​. 

​Estimado lector:

Soy Fernando Arriero Perantón, presidente y fundador de la asociación Challenge Internacional. Desde los orígenes de este precioso movimiento de evangelización digital en aquel 24 de abril de 2020 concebí este proyecto como un “regalo del Resucitado a su Iglesia”. Él quiso hacer de una semilla de mostaza, un arbolito en el que muchos hemos encontrado compañeros de camino (de vuelo) en diferentes ramas, abrigo para el frío eclesial, nutrientes que fortalecen nuestra esperanza y un balcón precioso desde el que contemplar y comprender la realidad desde una nueva perspectiva.

Challenge habla de “Iglesia en salida”. Challenge no nos empuja hacia la sacristía sino hacia las fronteras en las que nuestra teología se descubre ideología; nuestra praxis, terapia grupal; nuestras celebraciones, ritualismo. Así es, las fronteras nos ayudan mucho a purificar aquellos rincones de nuestra vida aún no evangelizados. ¡Benditas fronteras que nos dejan en la intemperie!

Por todo ello, Challenge es precisamente eso, Challenge. En inglés, “reto”, “desafío”. Por eso Challenge me sigue hablando de que nuevos pasos son necesarios, de que nuevas voces han de ser escuchadas.

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¿Dónde queda la voz de los divorciados, de las personas LGTBIQ+, de quienes piensan en el suicidio como una posible solución, de los jóvenes que no hallan ese agua que sacie su sed, de los enfermos y personas con discapacidad? ¿Dónde hemos dejado a las tradiciones espirituales no cristianas? ¿A los foros de espiritualidad sin Dios? ¿A quienes desean dialogar con nosotros aunque, a priori, solo tengan razones para descalificarnos?

Me temo que no se puede ser Iglesia en salida si nuestros ojos y nuestros corazones siguen mirando a los mismos destinatarios sintiendo nostalgia por las realidades de hace 10, 20 o 30 años. Seremos “Iglesia en salida” si soñamos con los pies en la tierra en la Iglesia del año 2040. La miopía o los proyectos cortoplacistas suelen llevarnos a repetir dinámicas por mucho que las queramos “vestir” de nuevos lenguajes o “innovaciones” superficiales. Que algo sea digital no implica que sea renovador. ¡Cuánta cosa digital que “huele” a rancio, a una Iglesia que ahuyenta a la mayoría y solo da seguridad al fariseísmo!

 

Realmente Challenge ha de estar en continuo discernimiento para responder a su vocación inicial: acompañamiento, accesibilidad, formación pedagógica y de calidad, espiritualidad fresca y alegre, opción por los últimos. Estas claves son preciosas, pero es fácil que lo urgente nuble el horizonte. Ojalá el Espíritu nos dé la audacia de levantar el cuello y poder mirar “más allá”, tomarnos de la mano y acertar con la sed de nuestros contemporáneos, poniéndonos a su servicio. Y es que una Iglesia que no sirve en nada, no sirve para nada.

Querida familia Challenge, llevamos en nuestro nombre y nuestro ADN vivir en continuo desafío. Confiados en que el Resucitado nos alienta e inspira, preguntémonos: ¿por dónde hemos de seguir caminando?

Con cariño,

Fernando.

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