En estos tiempos, seguir a Dios no parece estar muy de moda. Es más, ser una buena influencia se considera ser alguien aburrido. Y, vamos, ¿qué adolescente quiere ser aburrido? Lo que uno quiere son fiestas, diversión, amistades. Así que, ¿por qué vale la pena ser amigo de éste tal Jesucristo?, ¿por qué vale la pena seguirlo?
Cuando te encuentras en un mundo con ideas tan distintas es complicado recordar tus raíces, es complicado vivir conforme a lo que crees cuando sabes que eso te convierte en alguien diferente. La aceptación social es de las cosas más importantes y buscadas por los jóvenes, ser diferente es mostrar de verdad quien eres, sin ningún disfraz. Decir y proteger lo que piensas es difícil para todos, incluyendo a Jesús. Si lo pensamos, fue por transmitir el mensaje de la salvación por lo que murió, decir la verdad le costó la vida, amar lo llevó hasta la cruz. Siendo honestos, la cruz no parece llamativa, así que, ¿por qué seguiríamos un camino que nos va a llevar a eso?, ¿por qué seguir la verdad cuando la mentira nos hace más “felices”?

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La sociedad te va a decir que no necesitas a nadie, te va a decir que lo importante es la felicidad que se obtiene fácil, que mientras más tengamos mejor. Pero, la verdad es que, al final del día, siempre nos va a faltar algo: sentido. Porque estamos hechos para amar, estamos hechos para ser luz, para guiar hacia la verdad. Estamos hechos para algo más allá, para algo más grande que lo que cualquiera nos podría dar. Nuestro egoísmo nos puede hacer creer que lo único importante es el éxito personal, la conformidad, el agrado de los demás. Pero, ¿de verdad es eso para lo que estamos hechos?, ¿es la muerte el fin de todo? La cruz siempre será parte del camino, pero también la resurrección. Al seguir a Jesús morimos para volver a vivir en mayor plenitud, mientras que los demás viven estando muertos por dentro.
Nadie te va a poder explicar la alegría que supone seguir a Jesús porque es algo que sólo comprendes cuando lo vives. Nadie podrá convencerte a no ser que tú mismo no quieras. Sólo abriendo tu corazón, sólo atendiendo esa llamada que muchas veces ignoramos podrás descubrirlo. Sólo cuando dejemos que Jesús llegue a nuestras vidas, todo cambiará.
Seguir a Jesús muestra un camino desconocido, te hace creer que cualquier cosa es posible porque lo tienes a tu lado. Nuestra misión es como una montaña: alta, retadora, desconocida. Todavía no podemos ver la cima y, una vez subiendo, podemos caer muchas veces. Sin embargo, cuando subimos esta montaña con Cristo, Él nos da las herramientas necesarias, nos ayuda a subir con pequeños pasos a la vez. Muchas veces podemos no comprender que habrá más adelante, pero es la confianza en Él lo que nos hace seguir. Porque Él nos dice que vale la pena, nos dice que sólo con caídas, cansancio y, algunas veces, dolor, podremos llegar a la cima. Las dificultades son parte del proceso. Muchas veces hay que fracasar antes de triunfar. Después de todo, ¿no es el camino lo que hace la cima especial?, ¿no es el esfuerzo lo que hace que el resultado valga la pena?, ¿no son nuestros errores los que nos hacen mejorar?

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Ser verdadero cristiano no está de moda. Ésa es la verdad. Pero es justo por eso que Cristo te llama a ti, con tus propias virtudes y defectos, para que lo sigas, para que guíes a los demás. Cada quien tiene su montaña, cada quien puede decirle que sí o que no a aquella subida. Sin embargo, simplemente siendo amigo cercano de Jesús, puedes salvar la vida de alguien; sólo con estar cerca de Dios, los demás te verán en sus mentes antes de dar ese trago, antes de dar ese salto, antes de tomar ese camino. Y entonces podrás ser esa persona que les demuestre que hay una alternativa, podrás ser ese alguien que los motive a subir, a seguir adelante.
Cuando de verdad amas a Jesús y de verdad lo sigues y vives según lo que Él predicó, no encajas en el mundo. Porque cuando buscas el cielo, te sueltas de lo que te ata en la Tierra. No tengas miedo de soltarte. Deja que Dios te guíe, dile que sí a esa llamada que te hace. Mira esa montaña frente a ti, toma la mano de Jesús y síguelo. Olvida el mundo, olvida los miedos, olvida las dudas. Porque una vez que empieces a subir, verás que no estarás solo en ninguna parte del camino. Y cada vez que te levantes, cada vez que superes ese reto, cada vez que logres seguir adelante, verás que fue la mejor decisión que pudiste haber tomado.
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