¡Una luz en medio de la noche! La luz no tiene brillo sino que irradia. Es un pequeño corazón entre otros dos corazones generosos de amor. Es ese nuevo latido que esparce la inmensa ternura de Dios.
Y nos invita a nuestro interior, a dejarnos llevar… a encontrarnos y vernos, a cada uno en sí mismo y entre nosotros.
Que esta luz que amaneció en aquella fría oscuridad de una noche de Diciembre despeje y disipe todos nuestros viejos temores. Que los perdones nuevos laven nuestros ojos para ver y nuestros oídos para hablar. Que las lenguas se desaten y de dos en dos llevemos la noticia de un Dios que nos ama, de un Dios que nos espera; un Dios hecho hombre que tiende la mano e invita a un abrazo entrañable de vida nueva.
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