Ante tantos escenarios llenos de adversidad que actualmente vivimos en el mundo, el encuentro con Etty Hillesum es una bendición de Dios, un regalo para abrirlo y sorprenderse día a día. Y así, con este regalo en mis manos inicié mi caminar con Etty:
La dinámica de Recibir –Dar es reconciliarme con mi pasado y acoger mi presente con “más anchura del corazón” y sigo con esperanza mi peregrinar por la vida. Me levanto cada mañana y mis ojos se deleitan con los maravillosos paisajes y cantos de las aves armonizando una sinfonía perfecta, pues, en cualquier lugar, “existe una misma naturaleza que nos hace tener y estar en una conexión con el Espíritu y el amor”, me susurra Etty al oído.
Hay momentos en que mi caminar se vuelve lento, con mis pies cansados y el ánimo decaído. Sin embargo, Etty me recuerda que “la vida es difícil pero no es grave pues nos queda el ancho cielo. Los cielos en mi interior son tan inmensos como los que se extienden sobre mi cabeza”. Por lo que tomo un breve descanso y sigo los golpes de la vida sin dejar de avanzar. Avanzo sin miedo, pues Dios va conmigo en todo momento conforme camino por la vida, y voy agradeciendo cada paso, cada instante del camino y a los amigos que voy encontrando, soltando, acompañando, recordando… Con esa actitud de agradecimiento, Etty me muestra el sentir en lo más profundo de mi corazón “la partera de mi alma” y me enseña el rostro de Dios durante mi caminar cuando me dice “amo tanto al prójijmo porque amo en cada persona un poco de Ti, Dios” (pág.163 / Diario).
A pesar de lo pedregoso y sinuoso del camino, enfrento mis temores y me sumerjo en mi propio viaje interior, permitiéndome sentir cualquier emoción sin paralizarme. Etty me anima a seguir peregrinando por la vida de manera más ligera y dejando fluir las palabras, las emociones, todo mi bagaje interior que me conforma y a la vez, me transforma tomada de la mano de Dios. Así, aprendo a escuchar a mi propio cuerpo. Etty me dice que “el cuerpo habla al igual que nuestra alma” y creo que tiene mucha razón.
Sigo caminando, depositando mi confianza a Dios plenamente para creer y orar en la esperanza y salvación que el mundo necesita, incluyendo el mío propio. Los paisajes del camino me hacen mirar hacia pues Etty me enseña que “todas las batallas también se libran por dentro y todos los paisajes están presentes en mí”. Ahora entiendo el por qué desde temprana edad empecé a escribir poesía para mí misma, para sanar mis heridas, para disipar mis miedos, para iluminar mis sombras, para despojarme y RE-inventarme cuantas veces fuese necesario.
Con Etty RE-descubro mis propios recursos internos, que a veces, se van perdiendo entre la niebla o bruma de la vida misma. Por otra parte, Etty me muestra “que lo llevamos todo por dentro” y, mientras sigo caminando, voy reflexionando sobre mi propio campo de concentración para darme cuenta que a pesar de todo lo que me sucede en la vida seré más fuerte y libre al reconocer mi propia debilidad y descubrir mi fortaleza interior, pero siempre, con FE, tomada de la mano de Dios.
Alzo la mirada al cielo, y tomo aire para seguir caminando con confianza, pidiendo a Dios ser ese bálsamo desde mi cotidianidad. Etty me confronta cómo ser “un pan compartido y un bálsamo para las heridas” de hoy en día y me hago consciente de la banalidad del mal, de ver tanta miseria humana, tanta fragilidad, tanta destrucción,… y escuchar a Etty decirme que “hay que saber aceptar las propias pausas” para poder seguir caminando.
Me refresco en el manantial de mis libros en momentos de descanso bajo la sombra de un gran árbol, pues también durante el peregrinar por la vida, el camino me enseña y, sobre todo, Etty, que “la literatura es como patria”, y tiene mucha razón, pues considero que la literatura ha sido mi terapeuta, una gran amiga, una asertiva maestra, una oración.
De esta manera, caminar junto a la figura de Etty y sus escritos es vislumbrar el color esperanza acompañada de su genuina invitación para seguir luchando y trabajando desde mi propia trinchera para liberar al mundo, empezando por el mío propio y el de otros que lo necesitan, de la desesperanza de nuestro entorno. Retomo las fuerzas necesarias para continuar el camino. Etty me da su mano y me comparte su mirada, es decir, aprender a “ver la vida bella” a pesar de todo.
Así, sigo inspirada a seguir por el camino de la vida e intentar ser mejor cada día, a darme cuenta que el sufrimiento es también parte de la vida, y aún, así, tener un sentido hacia la vida misma, para admirar su belleza , para disfrutar la belleza del camino con una actitud de confianza plena en Dios y en saber que vale la pena ser plenamente humanos, plenamente vivos.
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