Incertidumbre… una palabra que comenzó a resonar en mi interior desde hace ya dos años al surgir la pandemia por COVID 19 que sacó al mundo de su eje en todo sentido.
Por definición de la Real Academia, incertidumbre: es “falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo, especialmente cuando crea inquietud”. ”Reinan sentimientos de incertidumbre e inseguridad” he leído o escuchado en muchas ocasiones durante estos años.
La incertidumbre era un término no muy frecuente en mi diario vivir o un término al que tuviera tan presente en mi vocabulario.
Poco a poco, he podido percibir cómo la incertidumbre fue afectando a mi vida y a mi entorno. Tuve que aprender y continuar aprendiendo a poner cada momento, cada día, cada instante con mayor frecuencia en manos de Dios, depositando a la vez más confianza hacia Él. Esa palabra a la que nunca le di mucha importancia, se volvió mi presente, sentir que todo lo que antes fluía naturalmente, desapareció.

Como mujer de fe, como creyente, el pasaje del Evangelio de Mateo que invita al abandono en la Providencia, se encarnó con mayor fuerza en mi corazón.
Ya no era sólo rezar, meditar para abandonarse en manos de Dios y a no inquietarse por que comeré, o con qué me vestiré, que a cada día le basta su afán para no actuar como pagana. Comencé a vivir este pasaje de Mateo del Abandono con mayor profundidad y necesidad, pues descubrí que dentro mío comenzaba a crecer el miedo y eso ya no me agradaba.
La cantidad de noticias e información que los medios de comunicación entregaban sobre el Covid, además de enseñar los cuidados a tener en cuenta, la limpieza que había que realizar para alejar el virus, los pedidos de oración que me llegaban por personas que estaban internadas o que habían fallecido, llorar a amigos queridos que iba perdiendo, me perturbaron la paz interior.
Fue en ese momento en que necesité encontrar una salida; hacer un cambio para alejar de mi entorno y de mi corazón el pánico… ya no era miedo. Esto encendió mis alertas. Las palabras libertad, planificación, cumplir plazos, llegar a metas comenzaron lentamente a desvanecerse.
Cuando me encontré en esta crisis de cambio, conocí la oportunidad por una amiga, de vivir desafíos Challenge que la Diócesis de La Rioja, España, ofrecía en modo virtual.
¡Esta fue la puerta que necesité para sobrellevar la incertidumbre que me habitaba! ya que en cada Challenge fui aprendiendo nuevas espiritualidades que me enseñaron a trabajar el verdadero abandono en el Dios que es Señor de la vida. Además, los Challenges, me brindaron la oportunidad de conocer a muchas personas de diversos países y continentes que también como yo, participaban.
El escuchar en cada encuentro sus reflexiones, el conocer sus sentimientos, emocionalidades, el compartir en grupo, me ayudó a ir encontrando la calma.
El Challenge que más impactó en mi ser fue sin dudas, el de Auschwitz ya que en él conocí a una joven holandesa de origen judío que realizó en medio de todo ese horror e incertidumbre, un proceso de transformación interior maravilloso hasta encontrar esa fuente interior que la habitaba y de la cual manaba tanta sabiduría que ella iría aplicando a su vida y para los otros dentro de los campos de concentración.

Ella y todas las demás personas que se encontraban en esos centros, tuvieron que atravesar esa parte tan dolorosa de la historia humana dejando enseñanzas dignas de tener en cuenta para aprender a vivir desde la incertidumbre a las generaciones futuras, siendo maravillosos testimonios de transformación interior.
La experiencia que atravesaron ante el dolor, ante la pérdida de seres queridos, ante la falta de dignidad que día tras día les tocaba enfrentar, me tocó muy fuerte, me impactó.
Me conmovió también La entereza con la que esperaban que les llegara el momento de que “otros” decidieran por sus vidas, especialmente cuándo y cómo tenían que morir.
Esta jovencita llamada Etty Hillesum fue la que despertó con fuerza en mi, este deseo de transformación más profunda. Me quedó como regalo también, una frase que ella repite muchas veces en sus escritos:
“La vida es bella a pesar de todo”.
Y sí, la vida más allá de sus dolores, situaciones o conflictos; alegrías o tristezas merece la pena ser vivida con integridad y plenitud, teniendo la esperanza, la confianza en que todo obra para nuestro bien. Que ante cada momento vivido nos queda un aprendizaje de vida y para la vida.
Hoy, a pesar de que la incertidumbre sigue presente en mi vida, aprendí a vivir sin tantas expectativas, a fluir mas libremente descubriendo cual es el plan de Dios en mi vida.
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