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Desde hace un corto tiempo, poseo un emprendimiento personal. El mismo consiste en dar una nueva vida a latas, envases plásticos, etc…
Aquel sábado tenía feria. No sé si utilizan el mismo término en otros países, pero en Argentina le llamamos feria a aquel lugar en que varios emprendedores nos reunimos para exponer nuestros trabajos y la gente pueda conocernos y comprar.
Yo acostumbro ser organizada en mis tareas y, conforme a ello, días previos a exponer, mis trabajos estaban listos. Latas organizadoras bien pintadas, frascos rotulados, bolsas para entregar las compras, tarjetas y demás.
Aquel sábado contaría con la compañía de mi marido. ¡Qué bueno!, ¡no iba a estar sola! Sin embargo, mi esposo enfermó y debió guardar reposo. Yo, que había puesto expectativa en la compañía de mi marido, me sentí cabizbaja.
Horas antes de irme y mientras acomodaba mis macetas, me di cuenta que a una de ellas le faltaba una planta. 6 macetas, 5 plantas. Levanté mi vista al cielo y dije: ¡Señor, yo quiero brillar en ese lugar y que no me falte nada!, ¡ayúdame! Minutos después una de las plantas pierde un brote, el cual cae al piso con su raíz.

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¡Wow! Me sorprendí y emocioné hasta las lágrimas. Y fue en ese momento que entendí todo. Comprendí que ante una circunstancia lo primero que debemos hacer es clamar al cielo. ¡Sí! Levantar la mirada y pedir a Dios su ayuda. Si bien Él conoce nuestro corazón y sabe de nuestras tristezas, es importante hablarle. “Pidan y se les dará…” enuncia un versículo de la Biblia. Él siempre escucha y, por supuesto, siempre responde.
Comprendí que mis expectativas deben estar puestas en el Señor. Que Él nunca falla, que Él nunca nos suelta la mano. Por ello, sólo debo depender de Él. Pues Él es mi proveedor, mi pastor, quien no me hace faltar nada. Quien me respalda y me dice: ¡No temas, ve tranquila de feria que yo estoy contigo!
Me mostró, una vez más, que su amor por mí es enorme. Que me ama tanto que no tuvo en cuenta que yo había puesto mis expectativas iniciales en la compañía de mi esposo, sino que me abrazó tan fuerte que multiplicó mis plantas para completar mis macetas.
Acostumbro escuchar una canción que se llama “Dios te hizo tan bien”, que posee una estrofa que dice: Dios tiene un tatuaje de tu nombre en su mano. ¡Y ese sábado, así pude sentirlo! ¡Sentí su mano suave con el nombre Claudia sobre ella! Me mostró que no me equivoqué cuando elegí el nombre de mi emprendimiento: “Benedetta”, bendecida en italiano.

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Pues así me sentí y me siento, bendecida. Y, claro, ¡no puede ser de otra manera! Porque entendí que cuando asocias a Dios a tu vida, a cada área de tu vida, nada puede irte mal. Y con ello no quiero decir que todo va a ser de “color de rosa” (esta es una expresión muy argentina), sino que cuando las cosas no salen como nosotros lo esperamos es Dios quien nos sostiene y nos hace encontrar la paz. De su mano, siempre llega la calma.
Por último, pude entender que es importante tener un corazón agradecido. Porque todo, absolutamente todo, se lo debo a Él.
¡Gracias, Señor, mi socio en los negocios y en el espíritu!
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