CUATRO REFLEXIONES DE ADVIENTO
SEGUNDA REFLEXIÓN
PEREGRINAR AL PESEBRE DE NUESTRO CORAZÓN
¿Cómo estás? ¿Qué tal tu primera semana de Adviento? ¿Cantaste a viva voz «¿Despertemos llega Cristo, ven Señor”? ¿Estás entusiasmando a otro para vivir el Adviento?
Me alegro mucho porque sé que entre todos estamos ayudándonos a caminar juntos hacia Belén. Hoy te invito a reflexionar, a meditar y hablar de corazones, ya casi terminando esta segunda semana de Adviento ¿Cómo está el tuyo? ¿Latiendo expectante porque se acerca la Navidad? ¿Muy lleno de cosas? ¿Cosas? Sí, cosas. Seguramente estás pensando en regalos, en la comida de Nochebuena, en el momento de recibir a los invitados o calculando cuánto tiempo tardarás en llegar a la casa donde te han invitado a pasar la Nochebuena, y «tratando de llegar» al 31. Este fin de año 2021. ¡Qué manera de llenarnos de cosas! Y la lista continúa con…algunas compras. A la vida de todos los días se suman las “tradicionales fiestas de Navidad y de Año Nuevo”.
Todo muy lindo. Todo muy bueno. Son tan lindas las celebraciones. Si tu Navidad cae en invierno te abrigarás para ir a Misa de Nochebuena y si la Navidad es de verano y calor estarás previendo ponerte la ropa lo más fresca posible.
Habrás armado el pesebre, belén o nacimiento y llenado de luces y adornos el pino navideño. ¡Todo listo! ¿Todo listo? A ver, a ver. Me parece que nos estamos olvidando de dos personas que vivieron el primer Adviento de un modo especial. María y José. Ellos vivieron un Adviento especial, único y particular. Hicieron lugar en sus corazones y en sus vidas para que Jesús encontrara «el» lugar para nacer. Sí, leíste bien. Escribí el último tiempo del Adviento que fue su vida. Así es, una vida “en estado de Adviento”, en estado de espera y preparación.
¿Dónde estarán María y José?
Tal vez ya están pensando en esos kilómetros que separan Nazaret de Belén y en todos esos días que les llevaría el viaje. Más de 100 km y alrededor de 6 días que marcaron el último tiempo del Adviento que fue su vida. 280 días de un embarazo vivido con intensidad, marcado por la disponibilidad, el servicio y la entrega. Sí, leíste bien. Escribí el último tiempo del Adviento que fue su vida.
Antes de continuar con esta reflexión te invito a mirar este vídeo:
Al ver esas imágenes bien podríamos pensar lo difícil que fue ese viaje. La vida de María y de José fue un adviento constante, una espera activa en la que se prepararon para recibir a Dios encarnado y en la que se dejaron preparar por Dios. Tiempo de preparación y aceptación. Tiempo para que el Espíritu Santo sople y obre.
En Belén no había hoteles cinco estrellas, ni bed & breakfast y hasta me atrevería a decir que tampoco paradores como los que estamos acostumbrados a encontrarnos en las peregrinaciones.
Había posadas o albergues, viviendas particulares, casas de parientes. Todas muy parecidas en cuanto su construcción, distribución y comodidades. Variaban en su cantidad de habitaciones y espacios. La mayoría tenía destinado un espacio para guardar los animales y en ese espacio había una suerte de cajón destinado a poner la comida para que estos animales.
Así lo leemos en el versículo 7 del capítulo 2 del Evangelio según San Lucas:
“y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para en ellos en el albergue.”
El pesebre es un “no lugar”. El antropólogo Marc Augé definió a los “no lugares” de la sociedad como aquellos espacios donde el ser humano permanece anónimo. Lugares que transita, pero donde no es reconocido por sí mismo.
El pesebre es un “no lugar”. Nadie debía nacer en un lugar destinado a dar de comer a los animales. No era un refugio agradable, ni un lugar pintoresco. Ninguno de nosotros, en principio, quisiera que un hijo nos naciera en esa situación, en un lugar y en condiciones no humanas.
El pesebre también desenmascara los “no lugares” de la sociedad en que vivimos y las condiciones de inhumanidad a las cuáles son sometidas tantas personas a nuestro alrededor. Podemos imaginar a los partidarios de los Herodes de aquel tiempo diciendo que “José y María fueron al establo porque les gusta vivir así”, o que están ahí “porque se lo merecen”; incluso imaginar las brutales agresiones y burlas si tuviesen a mano redes sociales. Lo cierto es que nadie merece ni le gusta vivir en una sociedad que niega la posibilidad de vivir humanamente, que convierte la vida cotidiana en un permanente “no lugar” (*extraído de un artículo de Pablo Rozen).
El pesebre como “no lugar” puede ser incluido en el contemporáneo y actual concepto de “periferia”. De toda periferia: física, ideológica, social y existencial. Ese no lugar en “los que no sirven”, en “los que son distintos”, en “los que no son como uno” son excluidos.
El Adviento nos invita a que nuestro corazón sea un pesebre para todos los que han quedado afuera, en los “no lugares” que inventamos racionalmente como sociedad. Y también pensemos que nosotros podemos ser “llevados a un no lugar” por nuestra condición social, nuestra educación, nuestros orígenes, nuestras creencias.
Peregrinar al pesebre de nuestro corazón es atrevernos a mirar lo más nuestro y caminar nuestro interior para ver si en lo más íntimo de nuestro ser está la periferia más profunda y mirar nuestro corazón para que sea pesebre, pesebre en el que pueda nacer Aquel que no hará acepción de personas. Aquel que llevará al amor a su máxima expresión. Aquel que se hará lugar para todos.
Entonces tus manos hablarán de lo que llevás en tu corazón.
El segundo “gran desafío” de este tiempo de Adviento es:
HACER DE TU CORAZÓN UN PESEBRE
Y ANIMAR A OTROS A QUE SU CORAZÓN SE PREPARE PARA LLENARSE DE DIOS
Y para terminar dos canciones: «SE BUSCA UN PESEBRE»
«MI NIÑO JESÚS»
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