De mis “encuentros espirituales” con Etty Hillesum
Me encanta escucharte y dejar que me interpeles a mi propio diálogo interior. Hoy siento que dos vivencias tuyas tocan fuertemente mi alma:
- La chica que no sabía arrodillarse.
- La protección de tu reducto interior, de tu tesoro más preciado, que te ha permitido vivir los mayores horrores desde la esperanza y la valoración de la vida.
Por ahora voy a “asomarme” a la primera moción.
Tener la dicha de ir conociéndote, me regala el poder acercarme a la sensibilidad que contienen tus palabras y tus gestos. Resuena fuertemente en mi interior el escucharte hablar de ti como “la chica que no sabía arrodillarse” y a la que una moción profunda del alma la invita a hacerlo y es algo que me conmueve porque creo que en algún punto nuestras experiencias se tocan.
Nací con un problema serio en mis piernas que hizo que a los 11 años mis rótulas comenzaran a luxarse corriéndose de su lugar. Esto me llevó a una serie de muchas operaciones -tras las cuales- agradezco infinitamente caminar, pero las placas y tornillos que me colocaron me impiden el gesto físico de arrodillarme.
Durante un tiempo esto fue penoso para mí, pues sentía que en alguna medida coartaba la expresión de mi espiritualidad. Sin embargo, poco a poco, fui aprendiendo a arrodillar el alma en una manifestación y encuentro interior que ningún gesto físico podría suplantar y eso es lo que percibo cuando tomo contacto con tu experiencia.
Es tu alma la que se arrodilla dentro de ti y hace que tus rodillas se doblen en un gesto que -como también nos manifiestas- es desconocido y desconcertante para ti.
Te imagino allí, en la alfombra del baño, inclinada hacia tu interior, con tus manos sobre tu rostro, bebiendo de esa fuente profunda que te habita y allí me acerco desde una dimensión sin espacio-tiempo y, me arrodillo a tu lado. Y hago silencio, y me lleno de presencia de Dios y de tu propia presencia.
Me percibo en comunión profunda de oración contigo y pido intercediendo por tanto mal que nos rodea y me lleno de preguntas que me sensibilizan e interpelan.
Y nuestros campos de concentración se unen, en una sociedad que poco aprende y que sigue teniendo deudas profundas en materia de humanidad, sin embargo, en medio de mis momentos de desasosiego, te miro y sonrío, porque me pregunto con cuántas Etty más estaré compartiendo el camino de mi vida y me lleno de esperanza al pensar en que el amor que se derrama por el mundo no hace ruido y es por eso que el mal me parece tan ensordecedor. Y mi corazón se serena y ruega confiado y me tomo fuerte de tu mano y siento fluir dentro de mí al Dios que me habita y me impregna con su Presencia.
Y te cuento de mi vida, mientras bebo de la tuya tan sedienta. Y dejo que acaricies mi alma inquieta con tus sonrisas, en señal de calma, en invitación a entregar y confiar en mis preguntas sin respuestas.
Y me miras profundo a los ojos, mientras tu alma me dice:
“tranquila, disfruta, a pesar de todo, la vida es bella”.
En cuanto al 2do aspecto que mencionaba al iniciar este escrito:
La protección de tu reducto interior, de tu tesoro más preciado, que te ha permitido vivir los mayores horrores desde la esperanza y la valoración de la vida.
Lo percibo muy ligado al apartado anterior pues es allí –me parece verte arrodillada sobre la alfombrita de coco en el baño- en la oración, donde logras vislumbrar esos fuertes muros a tu alrededor que te protegen.
Me permito acercarme a tu lado y hasta soy capaz de percibir es “halo protector” que te rodea. Esa seguridad y fortaleza que provienen del maravilloso encuentro que se está desarrollando dentro de ti.
-Encuentro que te alimenta.
-Encuentro que te protege.
-Encuentro que te fortalece.
-Encuentro que te permite trascender las circunstancias.
-Encuentro que te impulsa a convertirte en canal de ayuda en medio del horror.
-Encuentro que te posibilita poner tu mirada en lo que realmente importa.
-Encuentro que te invita a cuidar de la presencia de Dios en cada corazón.
-Encuentro que te regala posar tu mirada en el cielo -y no en la miseria- mientras caminas entre los barracones.
-Encuentro que te renueva y te regala experimentar –desde lo más profundo de ti- que la vida es bella a pesar de todo.
Y tu encuentro me interpela a observar los míos. A no dejar escapar las gracias que se me regalan en la oración. A beber de la Fuente que me atraviesa y que es capaz de refrescarme y revitalizarme. A acallar los ruidos exteriores e interiores y dejarme poblar el alma del silencio fecundo que todo lo nutre.
Te contemplo allí, en tu alfombrita de coco en el baño, en el lugar de la inmensa pequeñez que te regala el inconmensurable tesoro de la revelación de la infinita Grandeza.
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