Año Jubilar Josefino

por | Ago 2, 2021

El 8 de diciembre del año 1870 el Papa Pio IX, mediante el decreto Quemadmodum Deus, declaraba Patrono de la Iglesia Universal a San José.

150 años después el Papa Francisco en su carta apostólica Patris Corde (corazón de padre) declara un “Año jubilar de San José”, para conmemorar aquella fecha.

El culto a San José comenzó en las comunidades cristianas de Egipto muy pronto; mientras que a occidente llegó más tarde. En el siglo XIV se empieza a festejar el día 19 de marzo como fecha de su nacimiento al cielo con el Papa Sixto IV.

San Jose

Conocemos a San José principalmente a partir de los evangelistas san Mateo y san Lucas, el primero le llama hijo de Jacob y el segundo hijo de Heli.

Es muy probable que naciese en Belén y al principio de los relatos de los evangelios vivía en Nazaret. Lugar donde se gestó el comienzo de nuestra salvación.

El papa Francisco le define como:

“el hombre de la presencia diaria, que pasa desapercibido de un modo discreto y oculto”.

San Juan Pablo II en “Redemptoris Cristos” nos dice:

“José, es el hombre justo, el hombre que llevaba consigo todo el patrimonio de la Antigua Alianza, también es el hombre introducido en el “comienzo” de la nueva y eterna alianza en Jesucristo”.

Podríamos decir que es una pieza clave en unir la antigua y la nueva alianza, esto es, el que une Antiguo y Nuevo Testamento. Hijo de la antigua y padre de la nueva alianza, pues en el árbol genealógico de Jesús es la rama imposible de sustituir, él viene de la estirpe del rey David y es el último eslabón al convertirse en padre del Mesías. José ocupa el puesto más importante, un lugar de excelencia pues es el “esposo de María” el padre del salvador JESÚS, según queda reflejado en Mt 1, 16:

“Jacob engendró a José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo”.

Después de esto, ¿qué podemos nosotros ver en José?, su santidad y grandeza son únicas, Dios le otorgó todo lo bueno y lo mejor, sin medidas. Nada hay en este mundo que sea mayor gloria que ser esposo de María y padre de Jesús. Tenerlos siempre al lado tuvo que ser extraordinario, ir creciendo en santidad día a día de su mano, con un amor que tuvo que ser inconmensurable.

Sagrada Familia

José también dio un “Fiat” a Dios, dejó hacer al Espíritu, se dejó llevar sin entender tantas y tantas veces. José dijo “Sí”, cuando el ángel le anunció que el hijo que esperaba María era el Mesías salvador del mundo, no lo comprende, pero confía y toma a María y la ama y la protegerá hasta el fin de sus días. Y José se hace padre de Jesús en la tierra y le ama como todo padre ama a su hijo y le enseñará su trabajo, y le enseñará la lectura de la Tora y rezará con el los salmos para luego rezar juntos en la sinagoga.

San José se enfrentó a problemas que hoy siguen vigentes, tuvo que salir huyendo hacia   Egipto, y fue valiente y fuerte para proteger a esa Sagrada Familia que le fue encomendada, y en un lugar extraño fue capaz de sobrevivir confiando en lo que Dios le iba marcando y aceptando sin límites, sin peros, siempre en silencio y con humildad. ¡Tenemos tanto que aprender de San José!

Una vez me dijo un amigo sacerdote, que estaba convencido de que murió antes de que Jesús empezase su vida pública, porque no habría sido capaz de soportar el dolor de ver a su hijo tan humillado, tan vilmente asesinado, y aquel ángel que le hablaba en sueños se le llevó al cielo, para evitarle tan gran sufrimiento.

Después de Jesús y María, es quien más poder tiene en el cielo.

Decía santa Teresa de Jesús:

“Si San José, como padre, mandaba en la tierra a Jesús seguirá mandándole en el cielo”. “Otros santos parece que tienen especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero a San José le ha concedido Dios un gran poder para ayudar en todo”. “Parece que Jesucristo quiere demostrar que, así como San José lo trató tan sumamente bien a Él en esta tierra, Él le concede ahora en el cielo todo lo que le pida para nosotros. Pido a todos que hagan la prueba y se darán cuenta de cuán ventajoso es ser devotos de este santo Patriarca”.

La santa de Ávila fue, desde siempre una gran devota del santo, se encomendó a él en una grave enfermedad y desde entonces fue una propagadora incansable de su devoción y esa herencia la ha dejado en la familia carmelita como un gran legado, hablaba de él por las experiencias que tenía no por lo que leyese o conociese. El padre Jerónimo Gracián deja escrito lo siguiente:

“La madre Teresa puso sobre la portería de todos los monasterios que fundó una imagen de Nuestra Señora y otra del glorioso San José, y siempre llevaba consigo una imagen en escultura del santo”.

San Jose

¡Querido San José!
Me entristece que muchas veces seas olvidado por el mundo.
¡Querido San José!
Maestro de oración pues, si orar es hablar con Dios, tú lo hacías a diario y como la cosa más natural del mundo.
¡Querido San José!
Maestro en humildad, de donde nacen todas las gracias.
¡Querido San José!
Viviste en el silencio, una vida sencilla como la nuestra, dando lo mejor de ti mismo en cada momento, viviste rectamente dando gloria a Dios a cada paso
¡Querido San José!
Ayúdame a parecerme un poquito a ti

PUÉS SOIS SANTO SIN IGUAL,
Y DE DIOS EL MÁS HONRADO,
SED JOSÉ NUESTRO ABOGADO
EN ESTA VIDA MORTAL.
¡JESÚS! ¡MARÍA! ¡JOSÉ!

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