Si somos capaces de observarnos de manera integral, podremos reconocer las distintas áreas que componen nuestra vida. A manera de ejemplo la imagen de la nota nos muestra seis áreas centrales que constituyen diferentes aristas de cada persona. No estamos demasiado acostumbrados a considerarlas, ya que solemos atender con mayor premura aquellas áreas que se nos presentan de manera más urgente en la escala de atención de las necesidades. Es así como en esta oportunidad te convoco a reconocer las diferentes áreas que te constituyen y te invito a ir abordando poco a poco cada una de ellas.
Si consideramos el tema de la “urgencia” de la que hablábamos más arriba, –seguramente- será difícil descuidar por completo el área “física” ya que nuestro cuerpo nos dará señales contundentes con mayor o menor rapidez.
Más allá de este ejemplo claro, sería bueno que nos pudiéramos preguntar por la consideración que le brindamos a los demás aspectos que nos conforman y que son igualmente significativos.
En esta oportunidad me gustaría que dirijamos nuestra mirada hacia un área que suele ser poco considerada, que en ocasiones pasa desapercibida, que muchas veces se pone “directamente en acción” y que casi nunca es “revisada”.
Me refiero al área valórica, la que está constituida por los valores, creencias, afirmaciones, dogmas, reconocimientos, desde los cuales damos respuestas cotidianamente con nuestras palabras, acciones y omisiones frente a las diferentes situaciones que se nos presentan. Es por ello que hoy me gustaría invitarte a que puedas hacer un reconocimiento de aquellos valores en los que se apoya el accionar de tu vida. Primero te propongo preguntarte: ¿Soy consciente de los valores que guían mi toma de decisiones y mi accionar de cada día? (Te invitaría a que si lo deseas realices una pequeña lista con aquellos valores que creés que son los más importantes para vos) Y podrías continuar preguntándote; esos valores ¿son míos?
Durante nuestro proceso de socialización vamos adquiriendo aquellos valores que nos son dados externamente, a través de las formas de actuar de la familia, los amigos, los compañeros de colegio, los vecinos… Y vamos actuando de manera que nuestras acciones sean aceptadas por quienes nos rodean. Buscamos consciente o inconscientemente la aprobación y el cariño de los demás. Y muchas veces el tiempo va pasando y no somos capaces de cuestionarnos ciertas formas o ciertas respuestas simplemente porque siempre hemos utilizado las mismas estrategias de afrontamiento sin revisarlas.
Aprender a mirar para adentro y revisar nuestras formas de vivir, nos ayuda a ser cada día “más nosotros mismos en plenitud”. Qué tal si ahondando un poco más, nos preguntamos:
- ¿Siento que a esta altura de mi vida esos valores recibidos están afianzados en mí?
- ¿Los he sometido a revisión o sólo son el resabio de tradiciones familiares o épocas pasadas?
- ¿Qué ocurre con mis creencias, miedos, deseos, virtudes, defectos?
- ¿Los he revisado… confrontado… trabajado?
- ¿Cuánto de todo eso ES MIO?
Y dando un paso más podemos indagar: En estos valores: ¿qué lugar tiene Dios en mi vida? Y aquí te invito a que contactes con tu cosmovisión acerca de la trascendencia y la espiritualidad y que –desde ella- puedas explorarte. Cada área de nuestra vida es vital, la clave está en atenderlas a todas sin postergarnos en ninguna.
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