Mi madre me decía siempre que existían ángeles que no se les veían las alas, pero que siempre nos acompañaban y aparecían cuando más lo necesitábamos. Pues yo solo la escuchaba un poco incrédula, lo confieso.
La semana pasada me encontraba cenando con mi familia en un restaurante que está ubicado en una calle no muy conocida para mí, aun nevando y con poca visibilidad nos dirigimos de vuelta a nuestra casa. De pronto escuchamos un ruido fuerte y el carro comenzó a hacerse a un lado, nos estacionamos lo más pronto posible y mi esposo bajó del carro con mis hijos mayores, mi hijo pequeño y yo nos quedamos dentro del carro por el frío.
No habían pasado ni 5 minutos cuando un carro se estacionó delante de nosotros. Es bueno decirles que donde nosotros vivimos se habla más francés que inglés y es un área donde no hay muchos latinos, por lo que al bajar del carro nos pregunta en francés si estábamos bien y si necesitábamos ayuda. Al mismo tiempo, no sé de donde salió una pareja que venía caminando, y nos pregunta al mismo tiempo lo mismo, yo bajo el vidrio del carro y les contesto que se nos había pinchado la llanta. Al escuchar mi acento la señora me dice “usted habla español” a lo que yo feliz le respondo “si y ustedes de donde son”, y como cosa extraña el otro señor del carro que se había estacionado delante de nosotros empieza a hablar en español también. De un momento a otro, todos estábamos hablando en español.
Ambos señores, el del carro y el de la pareja comenzaron a ayudar a mi esposo a cambiar la llanta, uno de ellos se encargó casi que de todo, mientras el otro llevaba todas sus herramientas a pesar de que nosotros teníamos las nuestras.
Al quitar la llanta se dieron cuenta que no era un pinchazo corriente si no que la llanta estaba completamente rota y que había sido al pasar por un gran agujero que se había formado en la calle y que nosotros no habíamos visto. Inmediatamente la señora llamó a los de la municipalidad y mientras se cambiaba la llanta llegaron a componer el agujero y poner señalizaciones para que otros carros no cayeran en él. El agujero quedó como a unos 300 metros de donde nos estacionamos.
A todo esto, yo ya me había bajado del carro a observar cómo entre todos cambiaban la llanta y a platicar con la señora que muy amablemente se había quedado a ver como entre su esposo, el otro señor, mis hijos y mi esposo cambiaban la llanta.
Mi hijo pequeño que tiene 12 años no tardó mucho tiempo en buscar entretención y comenzó a subir las gradas que estaban en el lugar donde nos habíamos estacionado. Al ver esto yo observé mejor donde estábamos y mi sorpresa fue que nos habíamos estacionados enfrente de la Iglesia de San José, lastimosamente por la hora ya estaba cerrada y no pudimos entrar. Yo ni siquiera sabía que ahí había una iglesia.
Al terminar de cambiar la llanta se despide el señor del carro que se estaciono y le pregunta a la pareja si necesitaban que los llevara a algún sitio a lo que ellos respondieron que no, que ellos viven cerca y que irían caminando.
La pareja se despidió de nosotros caminando hacia donde estaban componiendo el agujero, nosotros nos subimos a nuestro carro y yo voltee a ver por dónde iban caminando y ya no los vi, le pregunté a mis hijos y mi esposo si los miraban y no los pudieron ver, por lo que le pedí a mi esposo que diera la vuelta para ver por dónde estaban, ya que no había casas a donde podían entrar solo estaba la iglesia y unas tiendas. Mi esposo dio la vuelta y ya no estaban.
Yo en mi interior recordé las palabras de mi madre y le hablé al cielo dándole la razón y disculpándome por no creerle. Le di gracias a Dios por enviarnos a esos ángeles en un momento tan especial por ser de noche y con una temperatura de -15 grados.
Al contarlo a otras personas me dicen que ha de ver sido pura casualidad, que nos estacionamos en una iglesia, que ellos hablaran español y que nos ayudaran, que si ya no los vi fue porque caminaron muy rápido, etc. Yo realmente creo que todos fueron ángeles y creo firmemente que los ángeles están en todas partes siempre cuidándonos y presentándose a través de personas conocidas o desconocidas. Dispuestos todo el tiempo a auxiliarte.
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