Imagen de Boris Trost en Pixabay

 Autora: Mónica Benetti​​. 

Al afrontar la segunda mitad de nuestra vida, nos encontramos con algunos desafíos que debemos asumir. De la mano de Anselm Grun te invito a compartir algunas ideas basadas en el pensamiento de Carl Jung. Pensamiento que nos ayude a explorarnos, aceptarnos y “crecer” en las distintas áreas de nuestra vida.

Carl Jung considera el todo de la vida humana como un conjunto de contradicciones, contrastes o polaridades. Frente al consciente está el inconsciente, frente a la luz, la sombra, frente al animus el ánima. La contradicción o polaridad es esencial al hombre. No llega el hombre a su plenitud, es decir no se desarrolla hasta el «sí mismo», si no consigue integrar las contradicciones en lugar de eliminarlas. La primera mitad de la vida acentúa unilateralmente el consciente con la afir­mación del Yo. La inteligencia se creó ideales a los que si­guió. Esos ideales tienen su contrapartida en los opuestos depositados en el inconsciente. Cuanto más esfuerzos se ha­cen por excluir lo reprimido tanto más aparece en los sueños. Del mismo modo, los modelos de comportamiento que el hombre vive conscientemente tienen sus actitudes contrarias en el inconsciente.

La mitad de la vida exige volverse ahora también a los polos contrarios, aceptar la sombra no vivida y confrontarse. Nos encontramos con dos comportamientos defectuo­sos en la mitad de la vida: Uno consiste en no ver el contrario de la actitud consciente. Es el aferramiento a los antiguos va­lores, la caballeresca defensa de principios… De ahí viene la obstinación, el endurecimiento y la limitación. Seguir a la letra una conducta prescrita es el sucedáneo de un cambio espiritual.

 

Es por ello que Anselm Grun nos invita a “la maduración espiritual”. A hacernos conscientes de nuestras creencias, valores, principios y a apropiarnos verdaderamente de ellos, superando nuestras contradicciones interiores. Poder crecer y responsabilizarnos por nuestra propia vida.

En último término lo que produce el endurecimiento es el miedo al problema de la contradicción y de la polaridad. Se tiene miedo del hermano molesto (el contrario reprimido) y no se le quiere reconocer. No puede haber más que una sola verdad y pauta de comportamiento, pues de lo contrario no se tiene ninguna defensa contra la mina que amenaza y es no so­lamente rastreada en la propia persona sino en todas partes. La otra reacción ante el problema de la contradicción es echar por la borda los valores que hasta el momento de la crisis tuvieron vigencia. Es el momento que aparecen como error las convicciones presentes: falsedad en vez de verdad, odio donde había amor, se abandonan los ideales vigentes y se intenta seguir viviendo en contradicción con el anterior Yo.

«Cambios de profesión, separaciones, mu­taciones religiosas, apostasías de todo tipo son los síntomas de este movimiento pendu­lar hacia lo contrario».

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Se cree que por fin se puede vivir lo reprimido. Pero en lugar de integrarlo se cae víctima de lo no vivido y se reprime lo hasta entonces vivido. Así permanece la represión y solamente cambia de objeto. Con la represión continúa la perturbación del equilibrio. Se sucumbe al error pues un valor opuesto ha abolido el valor que hasta entonces tuvo vigencia. Pero ningún valor ni ninguna verdad de nuestra vida se pueden negar sin más con su contrario sino que más bien son correlativos.

«Todo lo humano es relativo porque todo descansa en la interior contradicción o pola­ridad. La inclinación a negar los antiguos valores en favor de sus contrarios es tan exa­gerada como la anterior unilateralidad cuan­do ante ideales limpios no se tenía en cuenta la fantasía inconsciente que planteaba la cuestión. En la segunda mitad de la vida se trata «no de una conversión a lo contrario sino del mantenimiento de los valores antiguos a la vez que se reconocen sus contrarios».

Ojalá que esta reflexión a partir de las palabras de Anselm Grun nos invite a poder bucear más profundamente por nuestro interior, aceptarnos, sincerarnos, y poder vivir cada día con mayor congruencia y libertad.

Anselm Grun. “La mitad de la vida como tarea espiritual”.

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