Recordar esta armonía, Señor,
cuando mengüen las fuerzas:
serenidad callada,
mirada de árbol erguido,
sinfonía de bandadas surcando grises.
Recordar, cuando la memoria haga trampas,
el fluir acompasado de la sangre,
– saber enraizado en las entrañas-.
Hacer memoria, Señor,
cuando dude, cuando tema,
cuando se quiebre el orden de las piezas
y las lágrimas se instalen,
-regentes de la inquietud y de la lucha-;
cuando no fluya la esperanza,
cuando de la circular paleta
se esfumen los colores.
Recordar
esta armonía,
Señor,
y que sea pan,
que agua sea.
Génesis del Poema
Nuestra “casa común” ofrece una biodiversidad asombrosa, tanto natural como humana.
Cielos y tierra, plantas, animales y seres humanos pueden ser observados y valorados desde la playa, el valle, una plaza o un balcón. Justamente en este último, el balcón en una suave tarde/noche de verano, me instalé sin más objetivos que mirar y contemplar. Y, claro está, ese proceso provocó la alabanza.
Desde ese instante presente hice memoria agradecida de cuanto viví y se me dio como dones y tesoros en el pasado.
Sé que el futuro traerá sombras y dolores, como humana que soy no exenta de los sufrimientos de la especie. Cuando esos días lleguen –o regresen- leeré esta especie de oración laica y renovaré mi fortaleza, originada en la certeza de un Dios omnipresente, poderoso y capaz de amor infinito.
El poema figura en “Claridad y oscuridad del mundo”; Ediciones de Las Tres Lagunas; Junín; mayo 2021
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