Tu Pascua es…

por | May 1, 2023

Vuelve de nuevo a mí tu Palabra Señor, como una ráfaga de aire fresco en el inicio de esta Pascua. Tu Palabra que es “para mí la que guía mis pasos, la luz para mi camino” (Salmo 119, 105); una Palabra que no es otra que tú mismo, esa que no cesa de ser pronunciada incansablemente por los labios del Padre y que es eternamente engendrada por el amor santo de tu Espíritu. No es una palabra cualquiera, sino Palabra de Dios, llena de amor y de fuerza, Palabra no muerta, sino siempre “viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo que penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hb 4,12).

Esta Palabra protagonista en tu Pascua como cada año una vez más… es el paso, tu paso, que trae un nuevo respirar y bellas connotaciones, en el diario discurrir de las horas. Es el tiempo Pascual que todo lo renueva, en él todo florece y trae consigo la capacidad de hacerlo todo distinto, de recrearlo, de embellecer cuanto toca y de cargar de preciosos matices dando sentido a cada minuto de nuestra existencia.

Tu paso es la alegría, la certeza de sabernos amados por un Dios que es la suma Verdad, la suprema claridad, la luz eterna donde no cabe miedo ni oscuridad. Tu Pascua es el reflejo del Amor hecho transparencia que viene a llenarnos de Ti, del absoluto Bien que engendra paz, serenidad y equilibrio en el espíritu de aquellos que queremos seguirte y encontrarte, recreando la vida en cada rincón de nuestros días.

Tu Pascua es luz, es claridad y penetra hasta lo más recóndito de nuestro ser. Es la fuerza transformadora que suavemente va penetrando y reverdeciendo todo lo seco que desde la raíz quedó como muerto. Tú eres el que da vida a nuestras muertes. Tú en tu Pascua el que atraviesas hasta lo más íntimo y oculto y quieres hacer de lo viejo algo nuevo, algo diferente.

Tu Pascua es esa mano llagada que ha penetrado en lo más profundo de nuestra oscuridad y cogiéndonos por donde se toma el pulso, por donde notamos las palpitaciones de la vida, ha conseguido tirar de nuestra debilidad, de nuestra fealdad hacia arriba para restaurar, recomponer todo lo que andaba fuera de lugar, anticuado y perdido. Tu Pascua es el paso del Amor por nuestros adentros, un Amor cargado de vida, de sueños que se cumplen y que dan firmeza, que regeneran cada una de nuestras muertes.

Tu Pascua es como el discurrir de un río que produce agua limpia, agua que apaga la sed, que refresca; es el agua mansa que ofrece transparencia y luminosidad, dando vida allá por donde pasa la corriente. Déjame en tu Pascua descubrir tu mensaje revitalizador, sentir que me vuelves a aupar para “estrecharme contra tu mejilla porque sigo siendo la niña de tus ojos y soñar que con cuerdas humanas me atraes, con lazos de amor, que te inclinas hacia mí y me alimentas”(Os 11,4).

Tu Pascua es reconocer que tú siempre vives en mí, en otros, en todo. Ella me ofrece la experiencia de saber que eres el Viviente por naturaleza. Del seno del Padre te abajas para hacerte uno de nosotros, uno con nosotros. El Dios que siempre es, no deja su naturaleza divina para adoptar junto a ella la humana, quieres hacerte un ser vivo “cuyas delicias están con los hijos de los hombres” (Prov 8,31).

Tu Pascua es tener la certeza de que vienes a vivir en carne y hueso como un hombre, a traer vida, a liberar de esclavitudes, a descorrer cerrojos, a desatar nudos, a romper cadenas, a abrir cerrojos y a desencadenar el amor. Por eso, vivir tu Pascua es ir derramando vida, derrochando luz como tú y gastarla para dar la oportunidad de un nuevo renacer en tantos y tantos hombres que viven en esclavitud y dependencia de sus propios errores o de los ajenos.

Entrar en tu Pascua es detectar cualquier tipo de muerte para estar dispuesto a meter como tú esa mano llagada hasta el fondo y rescatar contigo toda clase de mal. La clave está en que no puede ser cualquier mano, debe ser otra mano llagada que sepa de sufrimiento, de incomprensión, de soledad, de abandono, de fealdad, de pobreza, para poder transformar en vida y en liberación todo aquello cuanto toque como haces tú en tu Pascua.

Cuando mueres físicamente en espera de la resurrección, no mueres para siempre, sigues vivo, trabajando, volviendo a engendrar la vida allá en los abismos, en lo profundo de nuestro pecado, mal y miseria. A la hora de tu muerte “muchos muertos vuelven a la vida”(Mt 27,52), y por la tuya, una vez rescatados sales a la luz para ir anunciando con tu presencia gloriosa que estás vivo, que no hay que temer y que vas a prepararnos sitio donde vivir eternamente contigo.

Tu paso, tu Pascua viene a quitarnos las vendas de los ojos, a curar la ceguera que nos domina y a desvelar el silencio oscuro de nuestras almas que no acaban de reconocerte como el que eres, el Alfa y la Omega, el principio y el fin. A ti, sólo a ti, sea la gloria y el poder, el honor y el reino por los siglos. Amén.

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