La importancia de llamarse Navidad

por | Dic 22, 2021

Llega Diciembre con paso alegre. Se empieza ya a intuir más cercana la llegada del hijo de Dios. Las ciudades y los pueblos se llenan de luz. Todo cambia. En los hogares, padres e hijos, abuelos y nietos se afanan por levantar una ciudad efímera que habrá de representar de forma magistral tan grandioso acontecimiento. Quizás este tierno momento que tantas veces hemos compartido constituya un acto de amor o tan solo sea un mero pasatiempo, una mera distracción. Quizás nos mueva el convencimiento más absoluto de que algo maravilloso va a suceder. O, simplemente, estemos ante un ritual que, para algunos, haya llegado a convertirse en una más de tantas cosas que hemos llegado a interiorizar desde pequeños y que de manera rutinaria realizamos sin saber muy bien cómo y por qué. Porque, a veces, los cristianos, nos olvidamos del porqué de tantas cosas buenas que nos unen a Dios.

Madre Teresa Navidad

Llegados a este punto, cabría detenerse un instante para, ante una sociedad tan cambiante como la actual, preguntarnos si es la Navidad de hoy la misma que vivieron y disfrutaron nuestros antepasados o si, por el contrario, hemos contribuido a desvirtuar la realidad y la grandiosidad de esta fiesta dejándonos atrapar por el consumismo, el individualismo, la vanidad y tantos pecados capitales de nuestro tiempo. ¿Comprendemos realmente el verdadero sentido de este tiempo tan trascendental para todo cristiano? Nuestra querida y admirada Madre Teresa de Calcuta nos enseñó a entender su significado y a vivir en permanente Navidad:

“Es Navidad cada vez que permites al Señor renacer para darlo a los demás. Es Navidad cada vez que estás en silencio para escuchar al otro. Es Navidad cada vez que no aceptas aquellos principios que destierran a los oprimidos al margen de la sociedad”.

Navidad es esperanza. A pesar de las adversidades, a pesar del miedo, el dolor, la angustia, la opresión, a pesar de todo ello, los cristianos hemos sido llamados a hacer llegar a todos los rincones un mensaje de esperanza.

Tenemos una ardua tarea por delante. Aprovechemos la oportunidad que nos brinda la Navidad para emprender nuestro camino si aún no lo hemos hecho.

Navidad no es vivir dando la espalda a todo cuanto acontece a nuestro alrededor. Navidad es entregarnos al mundo con el firme propósito de construir entre todos una tierra de paz, de justicia y dignidad social, un lugar donde habite el amor y la concordia entre los pueblos hermanos. Es tiempo de acogernos a la palabra salvadora, de dejarnos tocar por Nuestro Señor para que sea Él quien nos guíe a través de este sendero de tinieblas, e incertidumbres por el que caminamos… Porque en este mar de sinsentidos, de sinrazones en el que nos sentimos náufragos, Él es el ungüento para nuestras heridas, Él es, como bien dice la oración aprendida, nuestro pan de cada día, nuestro oasis en mitad del desierto. Él es, en definitiva, nuestra esperanza.

Pero, sin duda alguna, la Navidad es un momento propicio para proclamar unidos el orgullo no solo de sentirnos sino también de SER cristianos. Defendamos, basándonos en el ejercicio de nuestras libertades y desde el respeto, nuestra condición de Hijos de Dios ante quienes atentan a diario contra nuestras más firmes creencias y nuestras más ancestrales tradiciones.

Llamarse Navidad

Llega Diciembre con paso alegre y los cristianos debemos transformar nuestro corazón en un confortable pesebre de amor donde cobijar al Rey de los Cielos, a su madre María y a su Padre terrenal, el patriarca bendito San José del que tanto hemos aprendido. No en vano, dar posada al peregrino constituye una de las grandes obras de misericordia establecidas por Jesucristo.

Marchemos decididos, sin pausa, pero sin prisa. Vayamos como humildes pastores de nuestro tiempo al encuentro con Jesús para entregarnos a su ser en cuerpo y alma. Porque para Jesús el mayor regalo que podemos ofrecerle es un corazón limpio, sin impurezas, un corazón siempre abierto y dispuesto a decir “SÍ” a la voluntad de Dios a imagen y semejanza de María, a la cual veneramos cada 8 de Diciembre y de cuya Inmaculada Concepción fue firme defensora la iglesia católica española.

Que en esta nueva Navidad, recordando las sabias palabras del Santo Padre Juan Pablo II,

“el fulgor de su nacimiento ilumine la noche del mundo, que la fuerza de su mensaje de amor destruya las asechanzas arrogantes del maligno y que el don de su vida nos haga comprender cada vez más cuánto vale la vida de todo ser humano”.

Que en esta nueva Navidad sintamos vivamente el deseo de desterrar para siempre de nuestro interior todo mal que nos condena y nos define y delata como personas. Seamos fieles al mensaje que Santa Teresa de Jesús nos dejó y

“no disimulemos con oropeles y sonrisas huecas pues quien reposó en un pesebre desea recostarse en nuestra pobreza y debilidad humildemente reconocidas”.

Que en esta nueva Navidad seamos capaces de escuchar y percibir lo que Dios desea para cada uno y cuál es la misión que nos ha sido por Él encomendada. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del padre y el espíritu que a todos nos une en comunión desciendan sobre todos nosotros y nos concedan la fuerza necesaria para transformar nuestras vidas, estableciendo nuevas prioridades, marcando nuevos objetivos, nuevas metas y nuevos propósitos que nos permitan crecer como personas desde nuestro compromiso como cristianos.

Llamarse Navidad

Que en esta nueva Navidad nos sintamos cegados por el resplandor de la luz redentora del Mesías. Que no exista ninguna luz más verdadera, más penetrante y más reconfortante que la suya. Que el oscuro velo de la madrugada se transforme en sol de amaneceres con su sola presencia. Que ella, solo ella, nos haga vibrar de emoción con su dulce y tibia caricia en nuestras almas, como beso maternal que, de niños, ahuyentaba nuestros miedos, calmaba nuestros llantos y nos reconfortaba cada noche antes de dormir.

Pidamos con fe para que todos los días sean siempre Navidad y dispongámonos, hermanos, en este Diciembre que pasa con paso alegre, a dar sentido y a ser testigos fieles de todo cuanto va a acontecer en los próximos días desde lo más profundo de nuestros corazones. ¡No hay tiempo que perder! Vemos pasar Diciembre, radiante, con paso alegre anunciando que, un año más, el verbo se hará carne… ¡y habitará entre nosotros!

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